miércoles, 27 de mayo de 2009

Town

Llega el viajero. A la entrada del pueblo hay un cartel:

DÍA DE LOS LOCOS

-Hola. Ese letrero...

-Es el día de los locos. La locura total.

-Ahá. ¿Y qué hacen todos hoy? ¿Visitan el manicomio?

-No, no. Los locos somos nosotros.

-Ah, los locos.

-Sí. Está abierto a todo el mundo, si se anima.

-¿Qué tendría que hacer? No estoy seguro de que me apetezca…

-Puede sacarme los ojos aquí mismo, por ejemplo.

-¡Los ojos!

-O cualquier otra cosa. Es la locura total, como le digo.

-Vaya…

-Acabo de matar a mi perro.

-¿Eso ha hecho?

-Es la locura total.

-Ya veo…

-Pruebe a sacarme los ojos.

-No creo que me gustase.

-¡Pero a mí sí! Hágame ese favor, hombre.

-El día de los locos.

-¡Eso es! Mire, los abro bien, así. Ahora usted.

-¿Quiere que abra bien los ojos?

-¡No! Quiero que me los saque a mí.

-¿No podríamos probar otra cosa?

-Lo que quiera.

-¿Puedo meterle un dedo por el culo?

-Por supuesto.

(se baja los pantalones, el otro le mete no uno, sino dos dedos gruesos por su culo en pompa)

-Ahhh, bien mirado no es algo tan loco, qué gusto…

-¿Los quiere más adentro?

-Por favor…

-¿Así va bien?

-…ugh…

-Me gusta el día de los locos.

-Y a mí…no lo dude

martes, 26 de mayo de 2009

Pater

-Leo, escucha.

-Qué quieres.

-Oí a mamá decir que todos somos hijos de un mismo padre.

-Bueno, eso ya lo sabías.

-¡Pero también Clara! ¡Y Juanjo! ¡Y Tamayo, el tendero!

-¿Hijos de papá? ¿Cómo es eso?

-Sí. Se lo escuché a mamá cuando hablaba con el cura.

-¿Qué es el cura?

-El viejo gordo que viene a ver a papá algunas veces. Ya sabes quién.

-¿Ese señor es el padre de todos?

-No. Yo creo que mamá se refería a papá.

-¿Papá es el padre de ese señor gordo, también?

-Parece que sí. Es una locura, ¿verdad?

-No me lo creo.

-Pues lo ha dicho mamá. ¿Mamá es una mentirosa?

-No habrás escuchado bien.

-Escuché perfectamente. Dijo: “Porque nunca dejo de tener presente que todos somos hijos de un mismo padre, puede usted creerme.”

-¿Y qué hacía ese señor hablando con mamá?

-No lo sé.

-Sí que es extraño, todo.

-Luego dejé de escucharles.

-¿Se marcharon?

-No, no lo creo. Al poco mamá estaba diciéndole por lo bajo que iba a hacerle padre de sus hijos.

-¿Los hijos de quién, esta vez?

-¡No lo sé!

-Mañana lo preguntamos.

-Vale.

lunes, 25 de mayo de 2009

Malta

- ¿Qué le pongo, amigo?

- Cachondo.

- ¿Disculpe?

- Una cerveza.

- ¿La quiere fría?

- Sólo quiero una cerveza. No haga tantas preguntas.

- Oiga…

- Mi cerveza, ¿ya la tiene?

- No le consiento esa actitud, señor. Va a tener que acompañarme a la puerta.

- ¿Por qué? ¿Ya se marcha?

- Voy a llamar a la policía.

- Le espero. Cuando vuelva, tráigame mi cerveza.

- Está loco.

- Se la he pedido fría, recuérdelo.

(seis minutos más tarde aparecen dos agentes; intercambian algunas palabras con el barman, se acercan a la mesa)

- Disculpe, caballero, ¿sería tan amable de acompañarnos?

- ¿Es una pregunta trampa?

- Levántese.

- Si depende de mí, la verdad es que estoy bien aquí sentado. Tome algo conmigo, agente. Le vendrá bien. Hace un calor de cojones. ¿A qué hora entró a trabajar esta mañana?

- (a su compañero) Ayúdame a sacar de aquí a éste. Por ese lado, ok. Sujétalo. Colabore y nos ahorraremos problemas.

(no opone la menor resistencia, se deja levantar de la silla por debajo de los brazos, apenas sí hace el esfuerzo justo para no desplomarse)

- ¿Está borracho? Enséñeme su carnet.

- Iba a beber. Pensaba hacerlo. Pero aquél (señala al camarero, que lo observa todo a distancia detrás de la barra) se entretuvo con tonterías hasta que aparecieron ustedes. Sabe, le pedí una cerveza y eso fue todo. ¿Me la trajo, él? No.

(lo arrastran fuera del local, se paran en la puerta, en el exterior, uno de los agentes le devuelve la cartera)

- Míreme a los ojos, mister: si está aburrido váyase a casa y ponga la tele. ¿Estamos? Ahora puede marcharse. No vuelva por aquí, eso le pido. Hágalo y la próxima vez tendrá que acompañarnos. ¿Le queda claro? Circule.

- No me importaría acompañarles. Qué buena gente. ¿Adónde sería?

- ¡Haga el favor!

- Me encantaría ir con ustedes.

- Oye, Dani, este tipo nos está tomando el pelo, ¿verdad?

- Me lo parece.

- Bien, contra el coche, abre las piernas. ¿Cuál es tu problema? ¿Eres un payaso? A los payasos los llevo muy mal, pero muy requetemal. ¿Quieres dormir esta noche en la celda?

- Me está haciendo daño.

- ¿Quieres dormir en la celda?, dime.

- Me duele.

- Cuidado con las payasadas, amigo. ¿Estamos?

- Estamos.

- Muy bien. Ahora sal de aquí echando leches. Que no te vea en todo el día. Si tengo que cruzarme contigo vas a lamentarlo. Venga, camina.

- ¿Al final no me llevan? No les molestaría nada, palabra.

(lo cuecen a hostias)

Thru fields


Ves la colina al fondo con el letrero en rojo, la carretera a oscuras. No hay demasiada altura hacia la derecha, pero no va a gustarte una caída. El puente atraviesa la carretera a treinta pasos, notas el frío a través de la chaqueta, la corriente en la cara. Hay luces al otro lado, en cada parte, a lo lejos. Cómo será que allí pueda vivir gente.

Knees

Fue después de meterle la cabeza en el váter y hacerle vomitar todo lo que llevaba dentro. No me sentí mejor. Así que la eché de casa con lo puesto, ni siquiera la dejé llevarse el bolso. Estuvo machacando la puerta durante dos horas, después de eso, pero yo ya no la oía. No escuchaba nada, en realidad. Y no era por el sueño. Había cerrado los ojos, pero mantenía la mente despierta. Todas esas visiones que vinieron después…Cuando llegó la luz, abrí los ojos y dejé el bolso de ella apoyado en la puerta, por fuera. Volví a cerrar y me metí en la cama. Entonces sí dormí.

La noche anterior empezó con ella sobándome la entrepierna a las primeras de cambio. La veía por primera vez en aquella esquina, la falda apenas bastaba para taparle el culo y la raja del escote en su vestido bajaba como un río hasta la hebilla del cinto. Una guarra cualquiera. Lo siguiente fue meterme la lengua en la boca, sentirla dentro de golpe y sin aviso, la mano de ella apretándome aún más fuerte los cojones. Rodamos hasta el baño del fondo de una pared a otra, girando ella sobre mí, yo sobre ella. Luego la puse a dos patas sobre la tapa del retrete y le di por el culo hasta quedarme sin fuerzas. Gemía como siete perras a las que estuvieran retorciendo el cuello, la hijaputa. De haber estado más sobrio le habría tapado la boca por que no entrasen a sacarnos de allí los camareros.

Zugmaschine

En el piso de arriba está ese viejo con el bastón en la mano y un guardaespaldas a cada lado. Tiene la peor cara, a punto de tocar a tu puerta. El viejo es como un secreto que sólo él conoce. Le cae el pelo blanco sobre los hombros y quiere abrirte la cabeza con el asa de plata. Si por él fuera, no haría nada más que eso.

La chica de las coletas y los labios de espuma vive en el entresuelo, sube a verte. Lo que busca es un misterio hasta para ella misma. De cualquier forma ocupa su lugar y tú ocupas tu tiempo. Hace muecas parada frente a la mirilla de la puerta y se muerde el índice porque está cada vez más cachonda. Esa cosa que hacen algunas cuando quieren llamar la atención. Pero no estás en casa.

El jefe de la guardia está agotado. Sólo espera comer y dormir. Por las noches se enfunda en un peto de bombero año dos mil cincuenta mientras su mujer se mea por las esquinas. Le gusta contar que estuvo en Okinawa. Su hija actúa como una puerca, lo soñó anoche como lo sueña siempre. A veces intenta una paja corta, gustosa. Le queda la polla blanda como un ravioli, como para cogérsela entre los dedos. Escucha el reloj que da las cuatro. Su mujer también es una puerca, de vez en cuando.

Hay un tractor aparcado en el vado, unos cuantos niños le tiran piedras. Lleva las lunas rotas y una rueda pinchada. Los perros lo mean. Bajo la lluvia. Tu madre lo mira por la ventana.

lunes, 18 de mayo de 2009

George Pebbles Blues


George Pebbles tenía un sueño
Trabajaba duro
Lo soñaba cada noche, Señor
Una granja en el este
Para él, su mujer y sus hijos

George Pebbles tenía un sueño
Construía una casa, Señor
Cada tarde al sol colocando las tablas
Decía: “Un día, y no tardará, remataré mi obra”
Se levantaba antes que el mismo gallo, Señor

George Pebbles ganó su sueño un día catorce
Alzó la última tabla y clavó la última tacha
Remató el frontis con cien o doscientas clases de flores
Esa tarde su mujer aplaudió con ganas
Mientras los pequeños se tapaban la boca, admirados

A George Pebbles lo atropelló un tractor el día quince
Le pasó por encima, Señor
Su mujer y sus hijos viven solos ahora
La casa aguanta todavía

domingo, 17 de mayo de 2009

Baumwolle


Me acunaba en sus brazos, decía: vas a volver adonde crece el algodón y las tardes son tan largas como eso, volverás un día. Fue donde los grandes campos, donde los lagos y los árboles de treinta metros, donde las largas hileras de gansos, las ranas toro y el hogar junto a la chimenea. Con la soga colgando de la rama más alta, la casa en el árbol, la lluvia los domingos y las tardes rastrojando, roturando, removiendo la tierra con los ojos fijos en el cielo. Abrojos y las manos llenas de cardos, los dedos trabados de púas, las rodillas sajadas, la sonrisa en la boca. Allí no hablaba nadie, los días eran largos.

viernes, 15 de mayo de 2009

Wrapped up in your magic shroud as ecstasy surrounds you

Meterte dentro de las piedras en rayos de sol. Dentro de las aceras y lo que hay por debajo y justo encima. Detrás de las verjas con jardines al otro lado. En los calcetines de las niñas y en su pelo, debajo de las camisetas blancas y agarrándote del marco de la entrada del colegio. Morirte allí del todo. Con un batido de vainilla paseando.

lunes, 11 de mayo de 2009

Tres pajaritos

- Todo eso de andar con mujeres usadas...al final se parece demasiado a tirarse a la mujer de otro, de segunda mano, ¿no es algo así?
- En cierto modo...
- Lo hice una vez, tío. Y yo diría...yo casi diría que el coño de aquella tía apestaba tanto a macho como recién salida de un polvo. Asqueroso, qué cojones.
- ...
- Además, es cierto. Porque las tías...cualquiera de ellas viene a ser sólo el recipiente, ¿entiendes? Todo dios echando allí dentro su porquería: negros, chinos, hindúes, semen, semen, semen...y eso te lo mamas tú a la vuelta, es lo que encuentras.
- No será tanto, yo...
- Es, es. Créeme. ¡Y alguna te pedirá que se lo mames! ¡Un huevo, hombre! ¡Y un huevo! ¡Que me la coman ellas a mí, antes de eso!
- Por otro lado...puede que a base de uso, de otros usos, digo, usos anteriores... les queden las paredes más blanditas, lisas, amigables, imagínatelo. Yo no lo encuentro repulsivo.
- Desagradable.
- Ni siquiera desagradable. En realidad es como andar poniendo cuernos, ¿no te parece que eso lo hace todo más...interesante?
- Interesante...
- Sí. Como cuando es a tu prima a quien te tiras, con quien te masturbas, robas sus bragas o lo que sea. La misma sensación.
- Es algo loco.
- ¿Algo quiere decir "un poco"?
- Quiero decir completamente enfermizo.
- ¿Lo que he dicho?
- ¿Te acuestas con tu prima? ¿Con Rita?
- Esa no es la cuestión ahora, eh.
- ¿Lo haces?
- Oye...
- ¿Lo haces? ¿Te la tiras?
- ...
- ¡Lo haces! ¡Te estás follando a tu prima, tío! ¡Ay, hostias! Oye, y dime, ¿desde cuándo? ¿La conocía yo, cuando empezasteis?
- No voy a...
- Sólo dime eso. ¿La conocía yo, entonces?
- Sí...
- ¿Habíamos...habíamos salido ya todos juntos alguna vez? Quiero decir, estando todos allí...los tres, vosotros dos ya...?
- No desde el principio mismo. La primera vez fue un mes o dos después de presentártela. La noche que tú y Clara...Oye, de todas formas, ¿por qué es tan importante? No creo que lo sea, ¿qué puede importarte a ti, en realidad?
- Dime una cosa...¿Es algo serio? ¿Vais en serio? ¿Realmente? Es como algo...como si hubieseis dicho: "Oh, aquí estamos, vamos a aprovecharlo, lo que dure...", o hay por medio algún tipo de compromiso? ¿Es así, cómo es la cosa?
- En realidad estamos saliendo.
- ¡Saliendo!
- Sí. ¿Qué pasa con eso?
- Rita sale conmigo, tío...
- ¿Contigo? ¿Mi Rita?
- Mierda, tío. Tu Rita. Mi Rita. La que yo creía mi Rita, al menos.
- Mientes. Mientes, no hagas eso, tío.
- No miento una mierda. Compruébalo. Lo haces tú o lo hago yo, de todos modos. Ahora mismo.
- ¿Rita? Rita...hola, sí. Escucha, estoy aquí con...él, sí. Tomamos algo. Acaba de contarme...escucha, acaba de contarme, te reirás, espero...
- ...
- Sí. Eso mismo. Entonces es cierto....cierto....Pero tú. vosotros dos sois...tú...Rita, resulta que eres...una puta, sí. Exacto. ¿Hasta cuándo pensabas...? No, no me calmo una mierda. Dime. ¿Hasta cuándo...? Porque además él ni siquiera estaba al corriente...en realidad pensaba ser yo mismo quien...eres una guarra, ¿lo sabes?
- Pásame con ella. Sí, Rita. Yo. Escucha, voy allá a cortarte el cuello. Sal echando leches.

miércoles, 6 de mayo de 2009

Visvique


Estábamos en las canchas, tirados allí, con el sol pegándonos directamente en la nuca. Habíamos jugado bien, descansábamos antes de empezar de nuevo. Jorge se incorporó sobre un costado, vuelto hacia mí, apoyó la cabeza en la palma de su mano, dijo:

- Lo pasamos bien, ¿eh?

- Sí.

- Un día no lo pasaremos tan bien, ya no será lo mismo.

- No pienses en eso.

- No lo pienso.

- Bien. ¿Has visto aquella loma, la del fondo? No creo que ese verde vuelva a repetirse hasta el año que viene.

- Aún quedan días de verano.

- Pocos. Luego no volveremos a verlo. Disfruta ahora.

- Disfruto mucho. Vivo aquí, acuérdate.

- Estás acostumbrado.

- Claro. Cada vez que vuelves te asombras con lo mismo. En realidad es como si nunca aprendieras. Eso, o tienes una memoria lamentable.

Rió.

- La tengo. Eso es lo que pasa. ¿Se ve el mar, desde aquí? Nunca me he parado…

- No. Olvídate. Queda al otro extremo, detrás de aquella montaña. Si no la hubiesen puesto ahí, verías el mar como me ves a mí.

- ¿Quién la puso ahí?

- Pues…Dios, supongo.

- Dios…

- O lo que sea. Oye, empezamos con la segunda parte. ¿Estás descansado?

- Sí.

- Vamos.

martes, 5 de mayo de 2009

Lona

- ¿Tú sueles tener miedo?

- ¿Miedo?

- Sí.

- ¿De qué?

- No lo sé. De esto o lo otro.

- No me gustan las arañas.

- ¿Sólo eso?

- Duérmete.

- ¿Sólo las arañas?

- Los gusanos tampoco me gustan. No me gustan las mantis. Ni las noches oscuras. No me gusta cuando papá y mamá gritan.

- Ah.

- Duérmete.

- A mí me da miedo que me mates.

- Qué dices.

- Me da miedo que me mates si me duermo.

- No digas disparates, ¿por qué iba yo a matarte?

- No lo sé.

lunes, 4 de mayo de 2009

Promenade

En la cabaña con los zapatos llenos de barro y la cadena de plata. Tienes la espalda quemada como un cochino de alberca y parece que las horas no pasan. Sólo puedes quitarte la camisa con cuidado, los pantalones salen más fácil. Hay ese cuadro en la habitación del fondo, sobre la cama doble, las sábanas aparecen revueltas. Hace un sol de tres pares de cojones y van a dar las siete. Comes algo, sin querer echas un vistazo a tu tobillo hinchado. Ella te dijo que sería mejor que evitases ponerle la vista encima hasta que lo viera un médico. Es un bulto violáceo justo encima del empeine, duele lo suficiente.

Entonces te fijas en las paredes, las vetas de verdín sobre las junturas, intuyes el musgo del otro lado, la humedad calando la madera, filtrándose a través de esa especie de gotelé áspero que con el tiempo transforma el maderamen en algo parecido a la gomaespuma, de consistencia resinosa. Te sientes a salvo y seguro dentro. En el exterior la corriente restalla en rachas largas contra las copas de los pinos, los obliga a bandearse como cañas finas; a pesar de todo, parecen mantener la formación deliberadamente, alzarse contra el viento como uno.

domingo, 3 de mayo de 2009

Paseo inglés


Hay tierra por todas partes y siempre puedes excavar, cavar un hoyo o una zanja y sentarte allí a comer un bocadillo. Nunca es demasiado tarde cuando entiendes la hora por el sol y llevas comida en la mochila. No necesitas gorra y el agua la bebes como viene de la corriente. Entre ribazos. Sentado allí con los perros al otro lado y te parece que a cualquiera le encantaría un trozo de papel pero tú tienes las hojas secas debajo del culo y ahora sientes la superficie áspera raspándote las yemas, te libras de los restos y lo siguiente es una cabezada, echarte sobre un costado y cerrar los ojos, sin ni un alma allí, porque no hay nadie a diez kilómetros a la redonda y además tienes la casa del árbol. Cómo te encantaría una barca, pero tendrá que esperar, y de todos modos dónde sino en la costa, y eso queda lejos, bien lejos, cuarenta o cincuenta kilómetros desde tu punto, y quién necesita una barca cuando es gratis abrir la boca, los oídos, y cerrar los ojos.