sábado, 27 de junio de 2009

La frisis del quintor (con esposa)


Del tufuro fintor sin salento unas palabras para salir de su boca azul hacia fuera con la voz y los labios enormes: “Na…na…Ná” Lleva el pelo como él, peinado en redondo como los brazos de ella, los hombros, enamorados del bulto, tanto o más que los carniceros rellenos. La níxpero vox de ella retumbando, zunfuñando contra las paredes de la queja: “¡Volvete a casa, volvé!” Pero él sin oír ni quererlo, contra la puerta abierta, zigzagueando con el hueco de sus pantalones de esmoquin para no pintar con ellos que se manchan como queriendo, se aleja. Sin hueco en el marco no va a ninguna parte. Esa noche no vuelve y ella evita dormir un poco menos quieta, menos voz de azúcar y menos queriéndole. Él lleva la copa en el labio, ahora la lleva en el labio, la sostiene ahí, con líquido y sin él, diez o catorce veces, hasta estar bien borracho y llorando. Si hay alguien que le escucha él habla de ella: cómo sus manos y cómo sus labios. Hasta y luego pararse a llorar otro poco. De su voz negra, negra, negra, por su garganta y hacia abajo como un embudo, las cuerdas como cables de piano tensas igual que campanas que gimen. Insoportable de ser. Luego acompaña a esa otra mujer sin conocerla al cuarto enquistado, hundido hacia el final de la casa como un rombo, una cuña. La cama sin perspectiva con restos de amor encima y al montarla muy puta es como si estuvieran cayéndose pero no ocurre. Del marco interior con el somier por debajo existen las mantas justas para taparse después del meneo. Cuando ella empieza a comerse las sábanas por la parte blanca, él la deja en el sitio y ya es la madrugada. Vuelve a casa y la encuentra despierta, no ha dormido.

jueves, 25 de junio de 2009

Cuando estás entre las ruedas del autobús con un pequeño infarto imaginado, los colores de las flores al pasar. Es amarillo, tu corazón, trepa por las paredes. Quieres mirar a través de las barras, como las barras son, con manchas moradas, circulares, semicirculares, como la edad de los árboles. Tu carruaje es azul. Aunque lo ves amarillo. Y adónde quieres ir, dentro de los ojos de ella, pensando. Sol con sol. Tu miedo es una manera de hacer las cosas a la que te agarras siempre, cuando quieres, sin quererlo.

En un viaje con dolor por la parte de fuera, imaginado, mentiroso. Algunos que te hablan como los pájaros, pero no hay que hacerles caso. Sin ruido es mejor, mucho mejor para todos. Y así.

lunes, 22 de junio de 2009

El brillo de las estrellas que atraviesa el pecho es corazón. La aguja blanca, hay que tener cuidado. Las niñas se atragantan de trenza para ir al colegio, los perros ladran colmillos azules, sus patas blandas como suelo de handlewithcare, dos o tres maneras de hacer la misma cosa, un sillón saliendo como puede por la puerta, menos puerta que sillón, menos sillón que las manos de cinco o seis hombres y cómo lo llevan, sonriendo y hablando.

El vestido naranja de la señora que gime: “Me cago en la puta”, con las tetas hacia delante, grandes pero no redondas, como las tuyas cuando vas y vuelves, pesando dos debajo del vestido, el sostén una cesta de mimbre.

La madre de tu amigo hace lo que le sale del coño que los parió a todos y ahora pasa las tardes hablando como un loco. Es boca y es piel de cortina. Su padre inspeccionando el agujero y queriéndola tanto, a ver si vienen niños desde lejos. Hay que esperar un tiempo, dame un beso.
La habitación con las paredes de mantequilla y los pasos que das dejan su huella en la moqueta, que es de fresa y está llena hasta arriba, la ventana abierta al fondo: abres los postigos y sientes el aire, que es negro y azul. Cala por dentro.

Las baldosas que pisas con el dibujo alrededor del pie subiéndote por los tobillos hasta la rodilla, de colores, por debajo de la piel y ahora en tus ojos.
Los pies, uno detrás de otro, como mil, moviéndose son un ejército, una película. El brillo de las estrellas en su pelo blanco plateado (con cuidado de que sus pechos no parezcan algo que se sale- SALE-). Paseando a la luz de la luna, eso está bien. Ella piensa lo suyo y otros piensan lo de ellos. Hay un río a mano izquierda donde se ve su reflejo, hace falta asomarse. El amarillo de las estrellas picoteando el agua, como chispas doradas, luego blancas. Salta fuego del agua y un pez, la boca abierta, respira…

domingo, 21 de junio de 2009

Siej Stephanyek

Siej Stephanyek componía hasta tres obras geniales al día, luego se echaba a dormir en el diván de la entrada y hacía sonar los muelles para todos los públicos con las estrías de su espalda. Era asqueroso, pero a Lady Levianteu le encantaba: aplaudía aplaudiente hasta quedarse sin ruido en las palmas de las manos, esperando la mañana siguiente, cuando el camión de la basura pasara por allí a dejarle las correcciones ínfimas de sus manuscritos (sus dedales-ditos-dedos chasquearían entonces recordándole a su garganta cómo sonar al aire- remover el aire como una batidora en el centro del diafragma-). Nada gustaba más a su hijo que cantar al sol, solearse, con sus piececitos ahí, dlín, trín, uno detrás de otro, hasta seis pares, o foguearse planeando aplanarse contra las paredes sin pintar del cuarto grande, estrechándose contra el ladrillo como un folio sin chaqueta. Miss Levianteu no tiene inconveniente en poseer al niño desde dentro, quedárselo “pa-ra-e-lla”, darle un beso así-------------------->(intentando la mayor cantidad de saliva no potable posible).

jueves, 11 de junio de 2009

Magno

Magno piensa en algo para salir del atolladero
Un truco o cualquier cosa
Podría robar un banco, pintar un cuadro, sólo que supiera
Y la chica de las trenzas verdes está mirándole al fondo de la sala
Hace diez años que no me duele tanto la cabeza
Entonces Magno ve un lápiz dentro de un buzón y lo saca
Para dárselo a alguien, la vagabunda que ya conoce de vista
Dice: “Toma, espero que te sirva.”, y ella sale corriendo.

De las farolas
Y las papeleras
Y los oídos de la gente
Como altavoces: “Where the streets have no name”
Magno se da cuenta de que eso es una mierda
Mientras sale disparado en busca de la anciana
Va pensando que efectivamente
No tiene que servirle a nadie sino a él mismo
A la vuelta de la siguiente esquina la encuentra fácil
La anciana está allí, vendiendo el lápiz o comiéndoselo
Se gira para rogarle que no la golpee, no me, no

Atravesando los periódicos tendidos aparece la chica
De las trenzas verdes
Ha venido siguiéndoles
Así que Magno deja lo que está haciendo
Y le perdona la vida
Y le regala el lápiz
Que ha comprado a la anciana
Mucho antes de que el negro de la cartera de cuero
Pueda hacer una oferta.

El conejo, el gorrión & el padre de ella



Está ese loco con la gorra en la mano
Parado en una esquina
Pensando en sus hermanos

Luego la condesa con los labios de fresa
Que si quieres la tomas
Y si quieres la dejas

Hay una chica que ha perdido la vista
Lleva gafas oscuras
Por pasarse de lista

Y hay un conejo que se está haciendo viejo
Tiene orejas de oveja
Y reparte consejos

Hay una silla, sobre ella un jinete
Que maneja un muñeco
Se parece a espinete

Hay una vieja, se depila las cejas
Vive sola en el campo
Si su padre la deja

Hay un gorrión en la rama de un árbol
Esperando a la virgen
Esperando un milagro

Hay un soldado que quedó abandonado
Donde cagan las vacas
Que se comen el pasto

miércoles, 10 de junio de 2009

Ang sulat


“La última vez no estuviste amable. Tan atado a la cama que me daba vergüenza. Tu hijo pierde ya muchos dedos, ayúdale con eso. No me creas nunca la mitad de las veces: hay voces aquí y allá que cuentan lo que quieren sobre lo que hiciste."

Ella haciendo cosas malas

Quiero ser una
Casi lo que tú digas
Con cuarteles en la cabeza
Y algunos
Pero no muchos
Ojos para mirarme la piel
Debajo del pelo

Und Mitnehmen

Louis Vutton entra volando en el cuarto, dice:

“Te voy a dar dos razones para lo que hago, aunque ninguna es lo suficiente tulipán para mi gusto.”

Candy se clava a la pared y recita un soneto: “Todos los tristes ciervos”, agarra la mandíbula del padre de su novio y echa a correr hacia el jardín atravesando la ventana.

lunes, 8 de junio de 2009

Wish Fish


Es una hija pequeña lo que le cuelga del bolsillo, aunque. Los visitantes y las alfombras que firman “timbres” se giran hacia la izquierda, como abrir el grifo del agua caliente: “Tengo los pies planos y los ojos definitivamente”, suena a platos rotos maullando en el vientre de ella. Hay dos guitarras dobro y un Chevrolet guisante rumiando a la deriva, van llenos hasta el borde, destreza para todos y atados a la cola del Pez Premonitorio.

domingo, 7 de junio de 2009

Πάω

Puedes poner al taxista contra el salpicadero y meterle tres dedos por el culo. Oscar agradecido. Nadie diría que no le gusta. El cuentakilómetros en 2374, taxímetro corriendo. Seguro los ojos en las hojas de las palmeras que le esperan fuera, las puertas cerradas, aparcado en la esquina. A él le encanta sacar pecho, marcar los botones de la camisa, llevar la bragueta abierta, sabes, todo eso.

El tipo con las manos atadas a la espalda va pidiendo a los que pasan que le peguen y le peguen duro. Dejarse los dientes, eso le parece justo. Lo siente en el tacto. Además.

martes, 2 de junio de 2009

Kindergarten


“Me gusta cuidar a mi hermana.”, se dice Ernesto un día cualquiera de paseo por el parque. “Y ayudar a mamá y visitar a la abuela.” Camina un poco más, patea un guijarro, contempla el desfile de niñas salir del colegio, continúa pensando: “Y ayudar a los mendigos y ceder el espacio del ascensor a las señoras del quinto, bajar por la escalera no me cuesta nada.” Se sienta en un banco, hace crujir los dedos, remata la idea: “Dar limosna a aquel pobre cada quince días.” Se sienta a su lado una de las chiquillas. Va toda azorada, ha estado corriendo. Se agacha a atarse los zapatos. Se despeja la frente con un gesto, revuelve en su mochila de gansitos y flores. “Y a ti”, dice Ernesto clavándole los ojos, “dime, ¿te gustaría ver una cosita?”