jueves, 25 de marzo de 2010

Laguna


Suanseé, llamado Swam, esquivando la debida distancia de su parte a otra más allá y pensaba en mariposas sendviadas lejos o bastante y sin embargo sus mientes susurraban más bien otralguna cosa bien distinta como era por ejemplo su romance pendiente arrepentido con Laguna Zen, arrepentida ella también pero más cercana y como volando alrededor del macho que ahora amaba aunque echase de menos a su otro, que ella pensaba y pronunciaba miotro, célula de amianto en la caldera o saber algo oculto de las células como es si se descomponen en dos o tres partes y cómo lo hacen.

Swamvolando alrededor y en condiciones, azul el cielo, ocre la tierra, como acero la charca y esperando, todo esperando un gesto de su parte o eso cree mientras deja hacer a sus alas siemprevivas nomeolvides y otea en lontananza por columbrar mejor a su nunca olvidada. Y allí está, viene del brazo con Aspecto Fulgurante, su pareja formal, no tan arrepentido sino más bien adusto y en distancia, algo feo de ver pero que gusta a algunas. A lo mejor dice “vamos a tener hijos” pero dicho como sin poner la boca, al paso ligero, respirando, y él, Aspecto Fulgurante, fulgura sobre todo para contestar, severo como nunca “claro” o “ya veremos”, y sus palabras van por sobre el aire, como arrugas de viento y al oído, el sol brillante encima y tiempos libres. Suanseé aterriza y firme y bello y fiel se planta, acongojado, de cara a la pareja y dice y sueña: “Vamos, muñeca”, pero eso es sólo lo que sueña mientras repentiza: “Cómo les va, pareja”, y sale estrepitando, tan rápido como si huyera de su propio culo o se le quemara algo al otro lado, donde las vainas y las cacerolas, en el agujero casa donde vive.

Suanseé y una manzana, masticando. Masticante acciona las rodillas y está en pie, mira por la ventana, al fondo y muy al fondo cree reconocerlos pero es sólo el perfil de un eucalipto viejo. La luz cruzando el parque, que se pierde. Viene la tarde, se viene y es de esperar que nadie, que ellos no, pero quién sabe. Un día gris Laguna Zen con un bolo en el vientre, como tragado así, y tan sonriente. No sabe cómo va a sufrirlo cuando ocurra, así que se sienta a escribir una carta, tan urgente:

Laguna:

Muchos locos llevan playeras blancas. Tu hermana dice que los locos llevan playeras superblancas. Sus madres les compran playeras para que salgan a la calle y siempre se las tienen limpias. Dame alguna clase de consuelo.


martes, 9 de marzo de 2010

Piano Joselyn


Joselyn tocando el piano en la playa no es nada o es muy poco, pero si aparece por allí Mr. Young con su fuerza enorme y sus costumbres no del todo superadas, entonces el día cambia para todos, y de ese viejo resplandor que te pega en las entrañas sacas la conclusión libre: no estamos solos aquí, hay esperanza. Pero como sólo eres un niño o hace poco que lo fuiste no te entretienes en pensar, adoptas la primera pose conveniente y te entregas a fondo. No te culpo, no te culpo, porque eres joven y libre y las palomitas te gustan sin mantequilla, está bien, bien; digo, tienes dinero, lo tendrás, sólo cuestión de tiempo, de suerte y a ti te sobra; todo eso que llevas atado en las muñecas, pintado en las uñas, ¿lo has hecho tú?, ¿ha sido ella?, es precioso, es precioso, adelante, adelante, ve con todo.

Si vas a tropezar con el lechero por la mañana temprano, cuando apenas llevas la cabeza sobre los hombros y te chifla pensar que siempre sueñas algo que nunca recuerdas, entonces esquívalo, es mi consejo, esquiva al lechero y sigue al hombre de la flor en el gorro, al hombre duende de la chaqueta verde o casi azul a la luz, síguelo porque esconde una respuesta. Y si las flores y las casas con las flores y las ventanas abiertas, si las niñas y sus madres, entonces déjalo todo atrás y abandona tu casa, ¿por qué no dejas tu casa y te encierras fuera?

Hay dos chicas junto a la verja de la entrada, una de ellas lleva diez horas cantando:

“Oh, sweet old youth, how we love you…”

Su hermana aún no tiene edad para nada, sostiene una linterna en la mano y se hurga la nariz con delicadeza, le gusta comportarse como si en casa la esperasen quince mayordomos, dos docenas de algo caro y treinta y cuatro habitaciones más seis baños, pero oh, oh, sólo es tan joven.

Somos extraños, extraños, extraños…va repitiendo el niño de las orejas abanadas como palmas abiertas mientras camina con su gordo amigo tan hermoso de ver atravesando el aire, y sin pensarlo aparece de pronto un arquetipo fucsia, un arquetipo de entretiempo con todo lo que al niño de las orejas abanadas hace soñar y sueña. El arquetipo agacha la cabeza, se dirige al gordito, dice:

“No es que te guste comer, es cómo comes.”

Y abraza al experimento de orejas abanadas con sonrisa color, se alejan juntos.

Es el día de Sol para todos, la especialidad naturaleza, así que ve a buscar a cinco más y tenlos abrazados. Al menos siete horas.