martes, 25 de agosto de 2009

Flutehorn


El buen hijo de alguien con una bolsa a la espalda entra en escena. Hay niños y flores, canta un petirrojo que yo nunca he visto. El hombre dice:

“Me encantaría tumbarme sobre el pasto, pero igual está lleno de mierda.”

El viejo de la mirada distante lo mantiene a raya con un gesto, hace crujir los nudillos, le contesta:

“Puedes sentarte, siéntate donde quieras.”


Así que el hombre deseando una mujer se sienta a comer sobre el pasto. Hace un día como para dar las gracias a tu madre.

Y una armónica. Sonando lejos.

El hombre duda un momento: Ian Anderson no tocaba la armónica.

Al poco aparece cualquier viejo que no es Ian Anderson con los labios enormes y un hatillo de ramas a la espalda. Se acerca al hombre y dice:

“Yo no toco la armónica. Toco la armónica.”


El hombre no lo tiene claro. Otra vez el anciano de la barba blanca:

“Puedes tocar la armónica, o Tocar la armónica. ¿Me sigues?”

“Ahora sí. Iba después de punto y no entendía.”


Entonces el anciano de los labios de mono cuando es un mono de labios tan grandes como el anciano, se aleja trenzando una canción de hojas de hierba.

Y mientras el viejo se pierde en el cambio de rasante de la ladera abierta, el hombre piensa:

“Yo a ese viejo lo he visto antes en alguna parte...”

Piensa un poco más.

Y un poco más.

Ahora recuerda:

“Creo que en la portada del Led Zeppelin IV…”