jueves, 5 de noviembre de 2009

La especie de niño con antenas trepa al conejo de la última puta del mundo a divisar el horizonte en zapatillas. Entonces tu madre coge una brocha del catorce con asa de corteza de cocotero a la sombra y escribe tres letras en la frente de tu hermana pequeña:

“A G T”

Las repasa con rotulador de punta fina y suspira aliviada. A descansar de tanto mono amigo y tanta mala saña. Hace un gesto con la mano, como atrapando las estrellas en redondo, se mira a los ojos en el espejo de enfrente, suspira de nuevo.

Ahí llegas tragándote el manillar, con la manija en la boca, cayéndote de la bicicleta a punto de aplastar al perro al trote desde el buzón azul de la casa de tu abuelo muerto hasta la caverna oscura como una tienda de campaña dentro de otra cueva que te parece siempre el coño de tu vecina con su gato de angora jugando al pelo-pelo entre las piernas, recibiéndote como a los amigos un domingo por la tarde, cuando empiezan a encenderse las farolas y la luna pierde al sol abriéndole una brecha entre los ojos con el taco de un arpón para ardillas ventrudas (que eso existe) y a tu madre le importa menos que tres cojones que el hermano de su hombre valiente haya dejado de tirársela de cuatro a cinco todas las tardes impares que aquél sigue gastando con fulanas de catorce años o al calor tibio del culo de una ristra de maricones sin techo que lo último que preguntan es tu nombre.

1 comentario:

  1. Pocos han encontrado su propio estilo tan pronto y solos.

    Como siempre magnifico

    Abrazos

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