lunes, 14 de diciembre de 2009

Nacolia

Entre la brea pegajolienta del cuarto a oscuras, Nacolia, la prostituta feliz de labios querúbicos y melena romana, acompaña el vaivén escanciado a rachas cortas de la pelvis del hombre con suspiritos sentidos género ardilla mimosa. Ciento dos mil luces le emborrachan la vista, siente prender la chispa, el latigazo en su espalda: de la planta de los pies a la punta del pelo, como el temblor final de una bujía, erizando las partes, la carne de él abriéndose camino.

Nacolia se deja ir sin levantar sospechas, corriéndose en silencio como las niñas sucias que son sucias por eso. Observa ahora la luna a la espalda del hombre, la ve subir, bajar, como zozobra un barco. Es blanca y alta y pura y le cabría en el coño. Es lo que va pensando en el último tercio, ése en el que ya sabes que el otro termina.

Justo un segundo antes se lo saca de encima, chilla desde el canal profundo entre sus pechos, con aliento a beso sucio y madriguera:

“¡Quiero la luna en mi coño!”

Y salta de la cama al estilo del hijo de alguien con un muelle en el culo, toda la carne al aire como las monjas cuando van a bañarse a la ribera y es de noche y tu padre no las ve pero ya le gustaría…

El hombre no la entiende, está desconcertado, lleva el calibre flácido del susto.

“Je veux la lune, bête!”

La especie de simio con su racimo colgando está más o menos empezando a enfadarse.

“¿Ahora hablas francés, putilla? Oye, qué estás haciendo…”

Nacolia se arrodilla, primero, como está, sigue desnuda. Luego se arquea hacia atrás, se deja caer de espaldas, entreabre las piernas en el aire…Entre la luna y su coño, sólo el mono del badajo esponjado. Le pide que se aparte…así, eso es, que entre la luz entera…

“Je veux…”, va articulando, lánguida…

”Je
Veux
la lune, oh oui…”


“Danse avec moi, chère”

Bella y cierra los ojos, ebria de efluvios dulces como nucas de niña, aún con las piernas en alto, más abiertas ahora, enhiestas como agujas de pino hacia el techo, así orgasmando…

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