jueves, 25 de febrero de 2010

Häagen Dazs


Llevas ese Häagen Dazs tremendo en el deshazte de eso

Clara acompañó a Pedro atrás, a la trastienda, dijo:

“Creo que estás olvidándote un poco, si es suficiente con decirlo así y no de otra forma.”

Johann corrió en forma de Aloe Vera exultante, pletórico, dejando a un lado la vergüenza interrumpió a Matilda, dijo:

“Oh, oh, señora, te amo.”

Ella se echó el fleco hacia atrás como siempre hacía antes de los conciertos, las manifestaciones y los cortes de luz de doce a cinco y contestó llena de qué pizpireta soy:

“Ah, oh, ¡ah, ah!”

Si eso fue una disculpa nadie la escuchó o la escucharon a tiempo en algún otro lugar poco importante o no tan importante, abriendo los ojos a las moscas, cocinando pescado sobre la alcantarilla, quiero decir caliente, con los ojos en blanco, no llorando, Laura apareció a tiempo, gritó:

“¡Guarra, este galán es mío!”

Y dejando de fumar para siempre se lo lleva del brazo, a medias molesta.

Al fondo de la calle un perejil hacía buenas migas con Bod, tan grillo, azuzándole con gracia para que cantase la canción de la manada, el único Goofrey Bumka, africano, con pétalos cobrizos de las pestañas de Ella, la Gran Madre, única por ahora, suficiente amarillo.

Lorraine la del nombre falso aparece esperando un cataclismo, lo lleva escrito en los hombros, se lame el estómago y sufre alguna especie de rara afección familiar en el colón que la mantiene despierta el tiempo suficiente pero nada más que eso.

Greenway Balthus gime de placer al otro lado de la vergüenza como un hombre que acabara de vencerse a sí mismo, mientras su mujer le plancha las camisas y pare un poco y como sin ganas por las esquinas, hasta sentarse en la despensa con la luz apagada y esperando algo como una caja de cerillas impar o una palmada en la frente, sueña con poner las manos sobre la Gioconda pero no encuentra el valor para subir a un avión y enterrar la distancia, así que se conforma con sacarse la mierda de las uñas con el filo de un disco de vinilo que siempre es el mismo y masturbarse en cuclillas sobre un bote de pintura azafrán sin código de barras tanto como sin asa.

Fliflaiflown sueña goloso con encontrar todavía no sabe qué, no logra saber cuándo. Juega con su ilusión como el mar con las algas y a veces que siempre resultan ser jueves se mantiene asustado, quiero decir voluntariamente acongojado entre la página doscientos treinta y cuatro Por el camino de Swan y la setecientos veinticinco Crimen y Castigo, hace como si pero no lo termina, gesticula en el aire y se acuesta a dormir allí mismo, sobre su íntima grasa palpitante soñando que la basta intrusa del buzón de la comunidad se agacha labiante a mamarle la polla y “gooosh” es todo lo que la escucha decir entre lamida y lamida. “Gordita cuajada”, con cariño.

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