domingo, 21 de junio de 2009

Siej Stephanyek

Siej Stephanyek componía hasta tres obras geniales al día, luego se echaba a dormir en el diván de la entrada y hacía sonar los muelles para todos los públicos con las estrías de su espalda. Era asqueroso, pero a Lady Levianteu le encantaba: aplaudía aplaudiente hasta quedarse sin ruido en las palmas de las manos, esperando la mañana siguiente, cuando el camión de la basura pasara por allí a dejarle las correcciones ínfimas de sus manuscritos (sus dedales-ditos-dedos chasquearían entonces recordándole a su garganta cómo sonar al aire- remover el aire como una batidora en el centro del diafragma-). Nada gustaba más a su hijo que cantar al sol, solearse, con sus piececitos ahí, dlín, trín, uno detrás de otro, hasta seis pares, o foguearse planeando aplanarse contra las paredes sin pintar del cuarto grande, estrechándose contra el ladrillo como un folio sin chaqueta. Miss Levianteu no tiene inconveniente en poseer al niño desde dentro, quedárselo “pa-ra-e-lla”, darle un beso así-------------------->(intentando la mayor cantidad de saliva no potable posible).

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