miércoles, 6 de mayo de 2009

Visvique


Estábamos en las canchas, tirados allí, con el sol pegándonos directamente en la nuca. Habíamos jugado bien, descansábamos antes de empezar de nuevo. Jorge se incorporó sobre un costado, vuelto hacia mí, apoyó la cabeza en la palma de su mano, dijo:

- Lo pasamos bien, ¿eh?

- Sí.

- Un día no lo pasaremos tan bien, ya no será lo mismo.

- No pienses en eso.

- No lo pienso.

- Bien. ¿Has visto aquella loma, la del fondo? No creo que ese verde vuelva a repetirse hasta el año que viene.

- Aún quedan días de verano.

- Pocos. Luego no volveremos a verlo. Disfruta ahora.

- Disfruto mucho. Vivo aquí, acuérdate.

- Estás acostumbrado.

- Claro. Cada vez que vuelves te asombras con lo mismo. En realidad es como si nunca aprendieras. Eso, o tienes una memoria lamentable.

Rió.

- La tengo. Eso es lo que pasa. ¿Se ve el mar, desde aquí? Nunca me he parado…

- No. Olvídate. Queda al otro extremo, detrás de aquella montaña. Si no la hubiesen puesto ahí, verías el mar como me ves a mí.

- ¿Quién la puso ahí?

- Pues…Dios, supongo.

- Dios…

- O lo que sea. Oye, empezamos con la segunda parte. ¿Estás descansado?

- Sí.

- Vamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario