lunes, 25 de mayo de 2009

Zugmaschine

En el piso de arriba está ese viejo con el bastón en la mano y un guardaespaldas a cada lado. Tiene la peor cara, a punto de tocar a tu puerta. El viejo es como un secreto que sólo él conoce. Le cae el pelo blanco sobre los hombros y quiere abrirte la cabeza con el asa de plata. Si por él fuera, no haría nada más que eso.

La chica de las coletas y los labios de espuma vive en el entresuelo, sube a verte. Lo que busca es un misterio hasta para ella misma. De cualquier forma ocupa su lugar y tú ocupas tu tiempo. Hace muecas parada frente a la mirilla de la puerta y se muerde el índice porque está cada vez más cachonda. Esa cosa que hacen algunas cuando quieren llamar la atención. Pero no estás en casa.

El jefe de la guardia está agotado. Sólo espera comer y dormir. Por las noches se enfunda en un peto de bombero año dos mil cincuenta mientras su mujer se mea por las esquinas. Le gusta contar que estuvo en Okinawa. Su hija actúa como una puerca, lo soñó anoche como lo sueña siempre. A veces intenta una paja corta, gustosa. Le queda la polla blanda como un ravioli, como para cogérsela entre los dedos. Escucha el reloj que da las cuatro. Su mujer también es una puerca, de vez en cuando.

Hay un tractor aparcado en el vado, unos cuantos niños le tiran piedras. Lleva las lunas rotas y una rueda pinchada. Los perros lo mean. Bajo la lluvia. Tu madre lo mira por la ventana.

1 comentario:

  1. Muy bueno, nada fácil varias situaciones al mismo tiempo.

    Un abrazo

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