viernes, 17 de abril de 2009

Cueriza


El tipo de los brazos enormes, camiseta verde prensada, el otro de la nariz de boxeador, un ventanal del tamaño de los cojones de Cristo dando las once de la mañana.

Así que el tipo de la camiseta color pasto se acerca al de la nariz chata y le revuelve el pelo, le acaricia los labios: “¿Solo?”, y aún le sobran tres letras para clavarle la lengua hasta la campanilla. Allí que van a dárselo todo a los baños de al lado. ¡Grande escena!

Digo que arriba con ellos cuando ocurre alguna cosa de éstas: las mamás acechando al negro de la acera de enfrente, una cagada a gusto, los restos de anoche, un par de perros lamiéndose el culo, la mujer del pañuelo en la boca, imágenes así, como saber que de vuelta a casa va a abrirse de piernas, frotarse el jugo, su marido es el perro…

Digo que estas cosas brillan y brillan más que enaceitarse las nalgas. Digo que vayas a celebrarlo donde todos te vean, que hagas una fiesta y alguien ponga la droga, otro las putas y la pases viendo el sol hasta en el quicio de las puertas, debajo de la alfombra y en el hueco del váter.

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