martes, 21 de abril de 2009


Has visto al tonel de la camisa negra con la papada colgando, resollando como un aspersor atascado, como si llevase la garganta trabada de molienda de papilla, fumando al estilo suicida, lleva las gafas en la mano izquierda, las hace bailar entre los dedos mientras te mira a los ojos. Entonces es cuando entra la sudamericana de los ojos turbios. La chica es todo “come il faut”, sabe aparecer en escena, moviendo el culo como si lo llevase sujeto con un fuelle a las caderas, desde los muslos hacia arriba es toda acordeón…

Las paredes van a caérsete encima mientras el Señor Barriga de la camisa negra sigue enredando con las palabras, una y otra vez, atascado allí como una rueda de arranque, un motor que se ahoga o lo que tú quieras. La sudamericana está echando un vistazo a los tomos en piel, acaricia uno detrás de otro el musgo de los lomos y desde ahí deja caer su mano en un costado, cerrando los ojos, haciéndose preguntas…

“Cerramos a la una”, anuncia l´graisse. Me escabullo como puedo entre las tongas de libros que hacen bulto al pie de los estantes y me dejo caer por la zona de la amigable colombiana, que lo es…

De pronto está hablándome de Proust y Thomas Mann y yo comiéndole con los ojos el bulto alegre de las tetas. No sé qué dice sobre Marcel y la madre de Marcel, el costo de la vida, lo que sea que tenga que ver con eso, nos separa algo más de paso y medio y ya me noto la polla contenta. La colombiana se llama Remedios y justo entonces estoy pensando que yo tengo uno perfecto para el tajo en su entrepierna…

Don Elefante vuelve a repetir la hora de cierre. Son las menos cinco. Me llevo a Remedios aparte, de la mano, sin rodeos: “Oye, Remedios, mira, Proust me la trae bastante floja, ¿entiendes esto?”

Sus ojos como platos, ahora.

Continúo:

“Lo que yo quiero, chica, es clavártela tan hondo, pero tan hasta el fondo de todo lo que tienes, que te sobren los libros, las pelis, la comida y el aire.”

Se ha levantado un airecito amable cuando Remedios hunde la palma de su mano en mi bragueta abierta, de espaldas al gordo que cierra la tienda…

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