martes, 21 de abril de 2009

Yir da vois


Para seguir contando lo que hay con la señora del pelo rizado y las gafas más grandes que su cara; la chica de la camiseta de flores y la nariz al estilo Kevin Bacon, brazos como cuñas, los ojos turbios pero no lo sabe; el tipo de las entradas, Vlad, parecido a otros doscientos millones; la que se ríe como una gaviota (no es bonito); el flaco de la nariz hasta la barbilla, judeizante; el del jersey tan amable; otra que se levanta de la silla arqueando la espalda, lo hace más difícil, embutida hasta el cuello en esa cosa; la gorda forrada de crema y vestido de novia frunciendo los labios, cara de asco; la del jersey de rombos y las trenzas; el de los brazos como poleas y el gesto de pánfilo; otro con frontis de perro y la traición en los ojos; el de las cuencas hundidas, su madre le corta el pelo, juega a cruzar las lenguas con su hermano; la del pelo en catarata sobre el escote relleno de carne; el de la sudadera de Boston; su amigo el enano; la de las gafas anchas y la cara estrecha. Algo con todos ellos.

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