viernes, 10 de abril de 2009

“Supongo que así van estas cosas. Ya no quiero follármela, lo hice dos días y me sentí harto. Ella en cambio parece más cachonda que nunca, desde que ha vuelto, todo se le va en follar, follar y follar. Todo es: “fóllame, Norberto”, “Quiero follar, Norberto, vamos a follar, eh”. Por tenerme contento, seguramente. Pues no me apetece, hostias. No me apetece nada. ¡Joder, estando con Ángela (la cocainómana argentina) pensaba en Anabel, seré gilipollas! Más de una vez me la tiré pensando en la otra. Y las pajas, lo mismo. Aparece ahora, aquí está otra vez, sé que vamos a terminar en mi cuarto esta misma noche y el hecho es que no me importa en absoluto. Me quedaría aquí contigo, fíjate lo que te digo. Y no se me escapa que es buena, que me conviene. Una buena chica, ya puedes decirlo. Pero todo es tan…tiene que ser tan jodido, a veces, parece…Sencillamente no puedo, me cansa, no soy capaz. He pensado…voy a tratar de sugerirle con tacto algunas cosas nuevas, uno o dos cambios, ¿entiendes? Montarnos un trío, por ejemplo. Terminaré proponiéndoselo. Pienso en cómo iba a sentarme a mí ver a otro…a cualquiera en nuestra cama, metiéndosela hasta por el culo. ¿Qué dirá luego, el tipo? ¿“Gracias, eh, a los dos, hasta la vista”? La fantasía es una cosa, esto lo sé...Hay situaciones que pensadas están muy bien, siempre estupendas, así, sólo pensadas…”

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