miércoles, 29 de abril de 2009

Ragged company


De entre las flores, el diablo. Sabes que es el diablo aunque parece una niña. Lleva esa cesta en la mano que de repente es un ramo de flores, luego se pierde. Ahora le quedan las manos vacías y te ha puesto los ojos, inclina la cabeza a un lado, las margaritas se elevan dos palmos del suelo y oyes cantar a los escarabajos. Detrás de ella los montes y las hoyas verdes, las lomas, la colina. Hay un cartel porque podrías perderte. Subiendo la pendiente llegas a esa casa, lo que haces. Dejas a la niña atrás, masticando hierba, parece que le gusta. Vuelve a ponerte los ojos. Pasa un cuervo. A media altura, subiendo la cuesta, empiezan a dolerte las rodillas, pero es un dolor agradable, gusta mucho. Dirías que llueve, caen algunas gotas. En la cima te sientas o te tumbas, tienes la puerta al lado con el timbre en alto. Los perros están ladrando que has aparecido. Sin enterarte estás tocando el timbre. Es el diablo, la niña, quien abre la puerta…

martes, 28 de abril de 2009

lunes, 27 de abril de 2009

Tu escena con el fauno y unos cuantos animales


Entre los árboles te das de frente con el fauno de la tremenda polla cantando arias de gnomos y todas esas cosas. La hierba cruje bajo sus pezuñas y algo así te gusta lo bastante. Lleva el pelo como quiere, eso es cayéndole sobre la frente y hacia un lado. Agarra la flauta con una mano y se sostiene los cojones con la otra, te saluda con los ojos, cocea al aire. A estas alturas el coño te hace gárgaras y al fauno le están faltando manos para sacarte la ropa.

¡Bravo! Escena así sobre la hierba verde, los búhos saliendo a verte, y los gusanos y los jabalíes y las mariposas, todos en círculo, aplausos.

El fauno está agotado. Vuelve a coger la flauta y sopla dentro.

El corro aumenta, andan por allí ciervos, garzas, lobos, chinches, liendres, osos, cornejas, gaviotas, lémures…

Tu fauno sigue soplando, sin levantarse, tendido de costado, apoyado sobre un codo.

¿Tiene algo que decirte? No, no lo cree.

Pero tú ya le amas.

Silk upholstered chair

Eh, con tus magnolias finas y tus vueltos de falda, los ojos en negro. Como tener un perro y colgarle dos lámparas, si lo tuvieras. Te gusta el refresco de los lunes en la terraza al sol, las gotas sobre el pecho, todo prensado así, tan elegante. Hay una flor en tus ojos, una flor en tus labios. Volviendo la cabeza como si no lo escucharas, pero sí lo escuchas.

Tienes al hada madrina, la canción de los jueves, la carne de los brazos, el espejo, el calendario y la palanca de cambios, los ojos en blanco.

Hay esa mujer, se finge enferma cuando habla por teléfono, la voz como papel cebolla, dice: gracias, gracias y de nada. Y gracias, otra vez.

viernes, 24 de abril de 2009

En la esquina con el reloj caro y dándole cuerda

Digo que hay una gorda con ganas de comerse la esquinas de las fachadas, y un pobre cualquiera girando sobre los talones como un hijoputa derviche atado por la cintura a un motor hidráulico, como una peonza loca, el cabrón, qué culpa tiene, ninguna.

Y doscientas treinta y siete niñas saliendo como a borbotones de la puerta del colegio, todas con el conejillo ahí, frus frús, entre las piernas y tampoco tienen culpa. Algunas chupan caramelos, o se extienden pomada en el pelo, qué curiosas, digo, llamando por teléfono o masticando chicle, jugando al toca-toca en los baños del patio, con el jugo corriéndoles muslos abajo, qué alegres comadres, éstas sí que lo son.

Y un camión lleno hasta arriba de peras. Y una madre parturienta que ya tiene otra en casa. El que lleva las bombonas de gas con la espalda torcida (por ahora no le duele nada, espera diez años), y las fulanillas de postín que más que serlo lo fingen (pero no saben hacerlo, casi siempre gimen más de lo que hace falta), los periódicos en las aceras y sobre las mesas de los cafés, la bohemia intrigante y todo eso...

Y los pájaros y las flores. Que no ven los esquimales. ¿Qué pájaro ven los esquimales? Alguna gaviota confundida o polizón en un rompehielos. Como mucho un loro, el capitán lo adora hasta que se le muere.

Y canciones en las avenidas y mujeres desnudas y parques llenos de gente tumbada en la hierba.

Grande, yo voy, vamos todos.

Ah ah.

Rivulet


En la margen izquierda hay un lecho de piedras cubiertas de musgo en forma de nido. Dicen que si pasas la noche descalzo sobre esas piedras, al día siguiente llegas a sentir que hayas vivido cien años en el espacio de esas ocho o diez horas. Aparte de los niños, no hay mucha gente que le haya puesto fe, y ninguno, que yo sepa, que haya querido probarlo.

miércoles, 22 de abril de 2009

Howling winds


…con las ruedas de madera y las marcas en las aceras; algo con la fruta madura restallando en su rama, las patas de los pájaros y entre las patas de los pájaros; algo con hacer algo con los pies, entre los pies, los dedos; algo con las fachadas rojas y los arcos de mármol…

El mendigo está tumbado en el banco y no respira. O respira tan débil.

Hay una cierta clase de gota sin color que ya alcanza la mitad del muro y continúa bajando. De camino al suelo se llena de mierda, se pierde.

…la mujer con la boca enorme y la falda de la mujer con la boca enorme, diamantes en los dedos, las uñas largas; el hablador y los que escuchan; los ojos del hablador, los oídos; las arrugas como trenzas, la sonrisa…

Si vas a pie por tu camino, di lo que hayas visto, hazlo antes de llegar al final. Intenta decir la verdad cada vez. Cualquiera dice la verdad cuando por fin puede quitarse los zapatos y sentarse. Tú dila mucho antes.

martes, 21 de abril de 2009


Has visto al tonel de la camisa negra con la papada colgando, resollando como un aspersor atascado, como si llevase la garganta trabada de molienda de papilla, fumando al estilo suicida, lleva las gafas en la mano izquierda, las hace bailar entre los dedos mientras te mira a los ojos. Entonces es cuando entra la sudamericana de los ojos turbios. La chica es todo “come il faut”, sabe aparecer en escena, moviendo el culo como si lo llevase sujeto con un fuelle a las caderas, desde los muslos hacia arriba es toda acordeón…

Las paredes van a caérsete encima mientras el Señor Barriga de la camisa negra sigue enredando con las palabras, una y otra vez, atascado allí como una rueda de arranque, un motor que se ahoga o lo que tú quieras. La sudamericana está echando un vistazo a los tomos en piel, acaricia uno detrás de otro el musgo de los lomos y desde ahí deja caer su mano en un costado, cerrando los ojos, haciéndose preguntas…

“Cerramos a la una”, anuncia l´graisse. Me escabullo como puedo entre las tongas de libros que hacen bulto al pie de los estantes y me dejo caer por la zona de la amigable colombiana, que lo es…

De pronto está hablándome de Proust y Thomas Mann y yo comiéndole con los ojos el bulto alegre de las tetas. No sé qué dice sobre Marcel y la madre de Marcel, el costo de la vida, lo que sea que tenga que ver con eso, nos separa algo más de paso y medio y ya me noto la polla contenta. La colombiana se llama Remedios y justo entonces estoy pensando que yo tengo uno perfecto para el tajo en su entrepierna…

Don Elefante vuelve a repetir la hora de cierre. Son las menos cinco. Me llevo a Remedios aparte, de la mano, sin rodeos: “Oye, Remedios, mira, Proust me la trae bastante floja, ¿entiendes esto?”

Sus ojos como platos, ahora.

Continúo:

“Lo que yo quiero, chica, es clavártela tan hondo, pero tan hasta el fondo de todo lo que tienes, que te sobren los libros, las pelis, la comida y el aire.”

Se ha levantado un airecito amable cuando Remedios hunde la palma de su mano en mi bragueta abierta, de espaldas al gordo que cierra la tienda…

Yir da vois


Para seguir contando lo que hay con la señora del pelo rizado y las gafas más grandes que su cara; la chica de la camiseta de flores y la nariz al estilo Kevin Bacon, brazos como cuñas, los ojos turbios pero no lo sabe; el tipo de las entradas, Vlad, parecido a otros doscientos millones; la que se ríe como una gaviota (no es bonito); el flaco de la nariz hasta la barbilla, judeizante; el del jersey tan amable; otra que se levanta de la silla arqueando la espalda, lo hace más difícil, embutida hasta el cuello en esa cosa; la gorda forrada de crema y vestido de novia frunciendo los labios, cara de asco; la del jersey de rombos y las trenzas; el de los brazos como poleas y el gesto de pánfilo; otro con frontis de perro y la traición en los ojos; el de las cuencas hundidas, su madre le corta el pelo, juega a cruzar las lenguas con su hermano; la del pelo en catarata sobre el escote relleno de carne; el de la sudadera de Boston; su amigo el enano; la de las gafas anchas y la cara estrecha. Algo con todos ellos.

lunes, 20 de abril de 2009

El tío con la cara larga y los bultos de grasa debajo de los omóplatos a través del hueco de la camisa de baloncesto, lleva el pelo largo quemado por el tinte, gafas de sol; la dependienta tirando hacia abajo de su falda cliclaquea de camino a la parada; la casi mujer del jersey de lana con el cuello alto, todo naranja, el par de zapatillas cruzadas debajo de la silla, su culo sobre el asiento detrás del pantalón vaquero; la que te pide el carnet; su amiga la gorda; las matronas en los balcones tendiendo la ropa, las tetas colgándoles sobre los antepechos como monas bravas, vacas de hogar; las palmeras y los que las podan; las aceras y los que las barren; los parterres y los que los riegan, los supermercados, las carretillas y los que las arrastran, el sol encima. Con todos ellos hay algo. El calvo de la sudadera lo lleva escrito en la frente; la anoréxica, su moño loco y su camisa a rayas puede que lo lleve tatuado en el pubis; la madre del hijo lo encuentra al mirarle. Algo con todos ellos.

En otra parte habrá bancos y flores, medicinas, fuentes. Por ahora lo que hay aquí son los tirantes del hombre que se come los mocos y te mira el escote. Pero él también lo tiene. Yo diría seguro que tú también lo llevas, y tu madre y tu hermano.

Algo en alguna parte, en el que canta más que en el que escucha, pero también en éste.

Bron Yr Aur



domingo, 19 de abril de 2009

Spotlights


Los heterosexuales (que son) coquetos con los maricas. También eso. En la barra del bar, jugando a gustar, rozándose, los niños debajo del arco del columpio haciendo lo mismo. Bien por todos. Divirtiéndose. Gustar a una lesbiana. Seducirla. En el jardín, bien juntos, la mano de ella entre tus piernas, tan gay como cualquiera pero la pierde una polla, ¿entiendes? A las lesbianas y los maricas les cambia la cara. Hay lesbianas discretas, gays discretos. Te encanta un gay discreto, como alquien que no sabe qué hace, qué quiere. Buena gente.

viernes, 17 de abril de 2009

Cueriza


El tipo de los brazos enormes, camiseta verde prensada, el otro de la nariz de boxeador, un ventanal del tamaño de los cojones de Cristo dando las once de la mañana.

Así que el tipo de la camiseta color pasto se acerca al de la nariz chata y le revuelve el pelo, le acaricia los labios: “¿Solo?”, y aún le sobran tres letras para clavarle la lengua hasta la campanilla. Allí que van a dárselo todo a los baños de al lado. ¡Grande escena!

Digo que arriba con ellos cuando ocurre alguna cosa de éstas: las mamás acechando al negro de la acera de enfrente, una cagada a gusto, los restos de anoche, un par de perros lamiéndose el culo, la mujer del pañuelo en la boca, imágenes así, como saber que de vuelta a casa va a abrirse de piernas, frotarse el jugo, su marido es el perro…

Digo que estas cosas brillan y brillan más que enaceitarse las nalgas. Digo que vayas a celebrarlo donde todos te vean, que hagas una fiesta y alguien ponga la droga, otro las putas y la pases viendo el sol hasta en el quicio de las puertas, debajo de la alfombra y en el hueco del váter.

miércoles, 15 de abril de 2009

Self made man


“Tío, ésta sí es la tierra de las oportunidades. Las verdaderas oportunidades. Todo lo demás, lo que has visto hasta ahora, es nada en comparación, puedes creerme. Hostia, ¿cómo cojones crees que he llegado adonde estoy? Yo estaba como tú, peor, lo último que se me pasaba por la cabeza entonces era dar el salto, cambiar de vida. No podía, no parecía haber tiempo para algo como eso en medio de tanta vaina. No me decidía, tenía todo ese miedo cabrón metido en los huesos, lo mismo que tú ahora. Era exactamente como un niño, manso y bien templado, conducta ejemplar pero más vago que el carajo. El tipo más gandul que te hayas echado a la cara. Todo era fácil entonces, en cierto sentido. Incluso más que ahora. Pero me decidí. No iba a estar toda mi vida acarreando sacos de mierda, hermano, no nací para eso. Joder, puede que en todos esos años, hasta hace bien poco, no hiciera otra cosa que perder el tiempo. Pero las tornas han cambiado. Y desde luego cuando me llegue el turno no van a encontrarme muerto de asco entre cubos de basura. No señor. ¿Sabes cuál era mi trabajo hasta que decidí terminar con todo y volver a empezar? Vaciaba contenedores, tío. Era basurero, qué cojones. ¡Basurero, hermano! ¡Con esta cabeza! Desde luego, ésa no era una vida para mí, no señor. Ahora sí vivo bien, antes no. Antes no podía ni ir al retrete sin pedir permiso. Eramos doce en mi casa. Ja, treinta y cuatro años y viviendo con mis padres, ¿te imaginas? Mis padres y mis hermanos. Todos allí metidos. Hacinados como cerdos. La mitad del tiempo aquello era un jodido manicomio, créeme. Y por supuesto podías olvidarte de llevar a cualquier zorra hasta allí. ¿Dónde huevos ibas a templártela? No quedaba un jodido hueco libre en aquella casa, así de sencillo. Ni medio centímetro. Si acaso la habitación de mi hermana, pero a ella la necesidad le apretaba siempre tanto o más que a mí: si alguien jodía en aquel cuarto era ella. No había espacio para otros. Siempre un tío entre las sábanas, incluso a veces dos al mismo tiempo. Entiéndeme bien, a mí eso me importaba un huevo, que se templase a quien le saliera de los cojones, nunca tuve nada en contra, no era como: “Hostia, es mi hermana, ¿quién cojones es el tipo?”, asunto de ella, pero carajo, más de una vez, ya con la fulana de turno bajo el brazo, me veía haciendo malabares para encontrar un sitio...”

Lo mejor que se puede decir de él es que de vez en cuando le da por comerse su propia mierda. Vive en una casa de dos pisos, un dúplex, como llamen a eso. Bien, vive en un dúplex y sus padres están hasta arriba de pasta, les sobra para hacer virguerías, ajustan la altura de los taburetes, trancan los postigos de las ventanas y encienden hogueras con billetes de veinte, se enguantan con ellos y pasan horas enteras jugando a palmearse las nalgas. En realidad basta con fijarse un poco: por todas partes los anaqueles están llenos de mierda como jarabe en polvo. No se explica, salvo que la madre haya acabado renunciando. Lo que tiene el dinero es que actúa exactamente al contrario de como lo haría un tónico: te ablanda el cerebro, te mata hasta las ganas de contratar a una asistenta. Mis amigos están abajo, en el sótano, juegan a las cartas, sacan fotos. He dejado de saber qué hacen. Los últimos cuarenta minutos los he pasado sentado con las piernas abiertas sobre los restos del sofá, mirando fijo los estupendos lamparones de témpera del techo, los amasijos sueltos de pelo de perro sobre la moqueta (nunca han tenido un perro) y la grasa en las junturas de las puertas. Las estanterías de esta parte de la casa están repletas de fotos: la madre en blanco y negro, a caballo, regando las flores; la hija recién orlada, recién bañada, de paseo en tacatá, recién depilada, todo tan reciente y ella vive en Asturias. No hay fotos del padre salvo tal vez una muy pequeña detrás de la macetita del cactus -en realidad podría ser cualquiera- de uniforme, gorra calada hasta las cejas y cetme entre las piernas, de retén en el culo del mundo. No hay fotos del hijo gordo y estúpido, y uno no termina de explicárselo porque a este cuarto nunca baja nadie…Subo a mear (también me estoy cagando) y ya que ando por allí gasto un par de minutos en inspeccionar cada habitación que va saliéndome al paso (abajo continúan con lo suyo): la cocina con mirador, cristaleras enormes, Le Corbusier, casas para pasearlas, el salón, el otro salón…Más estanterías, todavía más fotos, ceniceros sobre el velador de cristal, no hay manteles en ninguna parte, dos televisores; el hueco del balcón resulta espléndido de veras. Ves lo mismo que desde la cocina, en perspectiva un poco más a la izquierda, y ése es todo el paisaje así se maten a poner ventanas. Hay una alfombra mora de camino al cuarto de la madre. No baja de los cincuenta pero aún podrías ponerla a hacer malabares con una almohada debajo del culo. Me quedo en la puerta, a dos pasos del baño, del segundo baño…ahora tengo todavía más ganas de sentarme a cagar: me he fijado en el váter. ¡Es un váter de reyes! Podrías jurar que está hecho de bronce, pero un segundo después de sentarte sientes el tacto húmedo del mármol calándote las nalgas como en cualquier otra parte. El espejo sobre el lavamanos y te vas soltando, relajas los brazos, los hombros, en realidad comienzas a sentirlo desde la punta de los pies y hacia arriba, los gemelos, las pantorrillas, luego los muslos. Casi sin enterarte has cagado como para dos días, tremendo. En un segundo estoy de rodillas en el cuarto de la hermana, revolviendo las sábanas, espiando los cajones y sacando las telarañas de debajo de la cama. Encuentro más fotos. Ella en la playa, vacaciones en Francia, Baleares. Vuelvo al baño y ahora estoy cachondo. La hermana de este subnormal no tiene un polvo: tiene mil quinientos. Me siento sobre la vasija del váter, elijo una de las fotografías, aparto el resto y comienzo a acariciarme la polla pensando en la suerte que tengo. La idea de que ella nunca llegue a enterarse me excita todavía más. Casi estoy frenético, abajo siguen jugando a las cartas. Noto los cojones tan duros que me escuecen. Continúo machacándomela a buen ritmo sobre la tapa del váter, a punto de sacarme el cuero y sigue tiesa como una polea; la envuelvo con la fotografía, hago un canuto con ella y trabo la polla en medio hasta que sólo asoma la punta del capullo...

martes, 14 de abril de 2009

Truman Capote con un paquete de lápices metido en el culo, el ala del sombrero haciendo sombra sobre su perfil derecho, y repitiendo que no tiene nada que ver con nada...Picasso: el maestro con los muslos embadurnados de mantequilla, haciendo un esfuerzo del demonio por arrancarse un pedazo con los dientes, levanta la vista, la pone en la cámara, dice: "Je suis l´temps", y de pronto cauteriza en su frente la sucesión completa de Fibonacci, alternando algoritmos impares y galletas rellenas de nata, a razón de una de éstas por cada par de aquellas. Pablo sonríe satisfecho, bizquea para todos y un segundo después se desploma en peso, de espaldas sobre su particular paraíso de bricks de un litro de leche del día, mientras el aire se cuaja al instante de plumas romas, pavesas de carboncillo y afiladores de plástico.

lunes, 13 de abril de 2009

Con estilo


Hazlo con estilo. Si eres un indio, Amunike, los pies en agua bendita porque tu padre es cura, cualquier cosa: con estilo. Compra un coche, date una vuelta, un paseo, bebe leche con gambas, déjate el pelo suelto, largo, espera a que te crezca. Y si tienes una mujer, quieres una mujer, sal a buscarla. Sin las manos en los bolsillos, eh, no seas golfo. Pinta tu casa. Vas a encontrar miseria, donde vayas. Pero no te dejes hacer demasiado. Es sólo un rato. Luego palmas. Puedes levantar la cabeza y moverte como lo haces, sabes cómo, lo hacías. Prueba un caballo. Luego saca a tu perro a hacer lo suyo. Sal a la vía del tren, espera allí sentado, apártate a tiempo, juega con las manos, haz crujir los dedos. Y cuando bailes, si bailas, hazlo de esa forma que quiere siempre decir "en-can-to".

La mujer que cuida a sus hijos
No es mejor que cualquiera en absoluto
Y los hombres fuertes que trabajan
En las trincheras
Los mariscales, los coroneles
Los monjes en el refectorio
Los curas en la sacristía
Bueno
Todos ellos
Van a estar ahí
Hasta que dejen de estarlo
Y eso será todo

BACTA ALACTA

Así que cuando al místico lo trabaron por los brazos y le metieron una aguda hebra de mimbre por el culo ya no quiso saber nada de la paz perpetua: se agitaba, revolviéndose entre las manos de sus captores, gritaba que Dios iba a hacer de ellos los últimos del Juicio, destinarlos al limbo, cosa peor, al infierno. Cuando no pudo más rindió las fuerzas y se entretuvo en balbucir por lo bajo, silabeando como un monomaníaco: “Bacta alacta, bacta alacta, bacta alacta…” Al fin, el más joven de los secuestradores se acercó a su oído y le preguntó por el significado oculto de aquel mantra. El místico entreabrió los ojos y sosteniendo al joven por el cuello, respondió con voz rota: “Hijo, dirías cosas mucho peores con una espina en el ojo del culo.”

domingo, 12 de abril de 2009

LUFSTRASSË


Ahora es cuando echas a andar con un ramo de gladiolos en el ojo del culo. Puedes hacer malabares, tirar del hilo y bailar la polca, si quieres. Es cuando tienes que mantenerte, mantenerlo en pie, un dos, un dos, nada de sediciones, entierra la envidia. Tienes todos esos cromos, tus libretas, puedes abrirte paso regalando unos cuantos. Hay algo oscuro en ti, ¿no hay algo oscuro en ti? Puedes sacar al perro y hacerle hablar eslavo; atar a tu madre, girar la cabeza: tienes todos esos (tus) magníficos dedos. Córtalos en lonchas finas y pónselos de guarnición a tu padre (adora la salsa de soja sobre los bultos de brócoli).

“Me pasé años soñando con un tío. Como se sueña cuando se idealiza, de la misma forma. Llegó el día en que nos fuimos a la cama y yo no podía creérmelo, estaba feliz. Pero entonces, en mitad del asunto, él dejó escapar: “mi putita”, y desde ese mismo momento quise que acabara. Que terminase con lo que estaba haciendo para quitármelo de encima. No me gustó. Las palabras así, cosas como ésa en mitad del sexo, para mí son estúpidas. No me ponen en absoluto, las encuentro idiotas. Un tiempo después volví a toparme con el chico, por casualidad, y mencionó la experiencia de aquel día, como si nos hubiese gustado muchísimo a los dos. Ja.”

sábado, 11 de abril de 2009


“Ya tengo claro que los afters son sobre todo antros para gays y travestis. Estábamos allí, en una de esas cabinas porno…tienes un mando a tu derecha y decenas, no, cientos de películas con sólo pulsar un botón. No sólo mariconeo, de hecho la mayoría pelis para heterosexuales, un tío y una tía, ahí, dándole…Yo sentado en mi sitio, tranquilo, cada vez más ganas de hacerme un pajote…y se me sienta al lado un tío, un mariconazo, claro. Sin apartar la vista de la pantalla, empieza a soltar frases…"cómo la chupa ese tío”, “qué mamadas pega, la tía”…y yo borracho perdido pero atento porque ése quería juerga…Efectivamente, a los dos minutos comienzo a notar su mano subiéndome por el muslo…le dejo hacer, unos segundos más, luego me giro con calma hacia él (con mucho estilo, me salió de puta madre) y le pongo el dedo en la cara: “no”. ¡Salió de allí cagando leches! Y no es todo, joder, ¡y tanto que no! Me doy la vuelta y veo a Jose echado sobre el respaldo de su asiento, los pantalones en los tobillos, y dejándosela chupar por tres tíos al tiempo. Una situación así, tal como estaba sucediendo en ese momento, no puede imaginarse si no se vive; todo de lo más rancio y sórdido que puedas echarte en cara; tanto que, de no ser por la borrachera, ni yo mismo hubiese aguantado allí dentro más de cinco minutos. Joder, como parte del espectáculo tenías a la vista un travelo yendo de aquí para allá, chupándosela a todo dios, sólo por deporte. Bastaba con que se lo pidieses y allí te iba, con la boca abierta. Por supuesto, Jose fue uno de los que se dejaron hacer. Yo no quise saber absolutamente nada, sólo me quedé allí, en el sitio, de nuevo la vista puesta en la pantalla y de nuevo las ganas de sacármela allí mismo, pajearme. En este punto te diré algo: resulta completamente imposible sacarse la polla en un sitio como ése; nada de intentar hacerse una paja, olvídate, no hay forma.”

viernes, 10 de abril de 2009

“Supongo que así van estas cosas. Ya no quiero follármela, lo hice dos días y me sentí harto. Ella en cambio parece más cachonda que nunca, desde que ha vuelto, todo se le va en follar, follar y follar. Todo es: “fóllame, Norberto”, “Quiero follar, Norberto, vamos a follar, eh”. Por tenerme contento, seguramente. Pues no me apetece, hostias. No me apetece nada. ¡Joder, estando con Ángela (la cocainómana argentina) pensaba en Anabel, seré gilipollas! Más de una vez me la tiré pensando en la otra. Y las pajas, lo mismo. Aparece ahora, aquí está otra vez, sé que vamos a terminar en mi cuarto esta misma noche y el hecho es que no me importa en absoluto. Me quedaría aquí contigo, fíjate lo que te digo. Y no se me escapa que es buena, que me conviene. Una buena chica, ya puedes decirlo. Pero todo es tan…tiene que ser tan jodido, a veces, parece…Sencillamente no puedo, me cansa, no soy capaz. He pensado…voy a tratar de sugerirle con tacto algunas cosas nuevas, uno o dos cambios, ¿entiendes? Montarnos un trío, por ejemplo. Terminaré proponiéndoselo. Pienso en cómo iba a sentarme a mí ver a otro…a cualquiera en nuestra cama, metiéndosela hasta por el culo. ¿Qué dirá luego, el tipo? ¿“Gracias, eh, a los dos, hasta la vista”? La fantasía es una cosa, esto lo sé...Hay situaciones que pensadas están muy bien, siempre estupendas, así, sólo pensadas…”


“¿Viste cómo estaba aquello? Todo lleno de pollas. La única tía era la gorda aquella, pero pa´follarme eso, prefiero meter la polla en un tubo con plastilina”.
"El avión no se movió. Afuera había un alboroto del carajo, podías verlo por las ventanillas, sentías el estruendo a través del fuselaje. Entonces desplegaron la escalerilla y aquel tipo subió a bordo mientras el abuelo ya se despedía de todos con lágrimas en los ojos. Era porque había tenido la ocurrencia de lanzar aquella tonga de billetes falsos por la ventanilla de camino al aeropuerto. Se armó un alboroto, algunos de los negros incluso corrieron detrás del coche lanzando palos, piedras y cosas así. De modo que cuando entendió que el avión no iba a despegar…en aquel momento, bueno…imaginó que era el fin."

“Me follaría a Elvira, coño. Podría llamarla ahora mismo, ¿eh? Pero no haremos eso, la chica es insana para nosotros. No nos hace bien. Por cierto, sabes que hace poco…quizá te parezca una tontería, pero hasta hace poco yo ni siquiera había pensado en que fuese posible, fíjate. Digo que a ella le gusta sobre todo follar en una determinada postura, imagínate, los dos tumbados boca arriba y volvernos sobre un costado el uno hacia el otro. Que me la folle así, le encanta. Y que le agarre duro las tetas. Eso también le gusta. Esta chica no necesita preliminares, eh. Olvídate. La tocas un poco, no mucho, apenas, y luego se la metes. Así funciona con ella. Y a partir de ahí lo que dures…”

“Lo de aguantarse las ganas es un poco de gilipollas. Si te entran auténticas, no hay modo de evitarlas. Cágate encima y vete andando a casa. Cágate en los pantalones directamente, sin más, y vete a casa.”